El término de educación no formal
se ha vuelto popular en los últimos años a raíz de que la marcada necesidad de
encontrar alternativas a la forma de enseñanza debido al avance tan apresurado
que tiene la sociedad en estos tiempos y el indiscutible desarrollo de la
juventud de forma tan acelerada.
La primera vez que se utilizó el
término de Educación No Formal parece que se dio International Conference on
World Crisis in Education que se celebró en Virgina (USA) allá por en 1967,
según J. Trilla (Trilla, 1993) , y fue la que sirvió de base
asentar los objetivos de este congreso fue elaborado bajo la supervisión de
Philip Coombs por la Oficina de Planeamiento de la Educación de la UNESCO que
el mismo dirigía (Cañellas, 2005).
En un estudio realizado por
Cañellas en España, señala que, curiosamente, los centros de educación formal
son las fuentes más significativas de educación no formal (Cañellas, 2005), por lo que lograr articular
de manera coherente la enseñanza en la escuela con este tipo de formación
alternativa, haría que los estudiantes, que son los verdaderos beneficiarios de
todo este fenómeno, aprovechen significativamente y que resulten formados como
seres con conocimiento significativo.
El docente forma parte
indiscutible de esta articulación por lo que es indispensable que se
identifiquen y se desarrollen los objetivos que permitan una apropiación del
conocimiento de manera efectiva utilizando las diversas herramientas que se
ofrecen actualmente.
El museo es un protagonista que
llama la atención porque son sitios que se acostumbran utilizar para el
aprendizaje no guiado, donde el docente debería entrar como agente
direccionando el conocimiento adquirido de manera no formal para que pueda ser
aprovechado en el aula de clase.
Pero se ha encontrado que el docente
se encuentra alejado de este ideal planteado y que por el contrario se
encuentra bastante alejado de las visitas a los museos, por diferentes
factores. Además una vez se logra la integración de un grupo de estudiantes en
un museo, los docentes se dedican a ser espectadores y no se involucran ni en
la información que se encuentra ni se apropian de su papel como guías por su
lejanía con la habitual aula de clase (Huerta, 2011).
Está claro que estamos en una
época muy cambiante, donde la juventud requiere de una educación se mueva al ritmo
de ellos y no al contrario, por lo que la necesidad de que los docentes tengan
esa consciencia es fundamental para poder lograr una revolución educativa que
favorezca a los estudiantes que son los que finalmente se van a ver
beneficiados por los éxitos que se logren en este ámbito.
Bibliografía
Cañellas, A.
J. C. (2005). Continuidad y complementariedad entre la educación formal y no
formal. Revista de Educación, (338), 9–22.
Huerta, R.
(2011). Maestros, museos y artes visuales: construyendo un imaginario
educativo. Arte, Individuo Y Sociedad, 23(1), 55–72.
Trilla, J.
(1993). La educación fuera de la escuela. Ámbitos No Formales Y Educación
Social, 227.
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