jueves, 4 de febrero de 2016

El docente como vínculo entre la educación formal y no formal



El término de educación no formal se ha vuelto popular en los últimos años a raíz de que la marcada necesidad de encontrar alternativas a la forma de enseñanza debido al avance tan apresurado que tiene la sociedad en estos tiempos y el indiscutible desarrollo de la juventud de forma tan acelerada.
La primera vez que se utilizó el término de Educación No Formal parece que se dio International Conference on World Crisis in Education que se celebró en Virgina (USA) allá por en 1967, según J. Trilla (Trilla, 1993) , y fue la que sirvió de base asentar los objetivos de este congreso fue elaborado bajo la supervisión de Philip Coombs por la Oficina de Planeamiento de la Educación de la UNESCO que el mismo dirigía (Cañellas, 2005).

En un estudio realizado por Cañellas en España, señala que, curiosamente, los centros de educación formal son las fuentes más significativas de educación no formal (Cañellas, 2005), por lo que lograr articular de manera coherente la enseñanza en la escuela con este tipo de formación alternativa, haría que los estudiantes, que son los verdaderos beneficiarios de todo este fenómeno, aprovechen significativamente y que resulten formados como seres con conocimiento significativo.

El docente forma parte indiscutible de esta articulación por lo que es indispensable que se identifiquen y se desarrollen los objetivos que permitan una apropiación del conocimiento de manera efectiva utilizando las diversas herramientas que se ofrecen actualmente.

El museo es un protagonista que llama la atención porque son sitios que se acostumbran utilizar para el aprendizaje no guiado, donde el docente debería entrar como agente direccionando el conocimiento adquirido de manera no formal para que pueda ser aprovechado en el aula de clase.



Pero se ha encontrado que el docente se encuentra alejado de este ideal planteado y que por el contrario se encuentra bastante alejado de las visitas a los museos, por diferentes factores. Además una vez se logra la integración de un grupo de estudiantes en un museo, los docentes se dedican a ser espectadores y no se involucran ni en la información que se encuentra ni se apropian de su papel como guías por su lejanía con la habitual aula de clase (Huerta, 2011).

Está claro que estamos en una época muy cambiante, donde la juventud requiere de una educación se mueva al ritmo de ellos y no al contrario, por lo que la necesidad de que los docentes tengan esa consciencia es fundamental para poder lograr una revolución educativa que favorezca a los estudiantes que son los que finalmente se van a ver beneficiados por los éxitos que se logren en este ámbito.

Bibliografía

Cañellas, A. J. C. (2005). Continuidad y complementariedad entre la educación formal y no formal. Revista de Educación, (338), 9–22.
Huerta, R. (2011). Maestros, museos y artes visuales: construyendo un imaginario educativo. Arte, Individuo Y Sociedad, 23(1), 55–72.
Trilla, J. (1993). La educación fuera de la escuela. Ámbitos No Formales Y Educación Social, 227.

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